Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos,
sino lo que somos.
Fernando Pessoa
Qutub Minar
Tal y como lo prometió, Raj, nuestro conductor, el del carro con aire acondicionado, llegó muy puntual a las 9am. Nos había advertido que estaríamos ocupados todo el día y vaya si lo logró.
Primero nos llevó al fuerte rojo, en el área de Vieja Delhi, una fortaleza en arenisca que evoca el antiguio esplendor mongol, en plena época de la dinastía cuando los elefantes paseaban vestidos con trajes llenos de piedras preciosas!
Lo que quedó luego de que los ingleses la destruyeran fue una fortaleza inmensa que se extiende a los largo de 2km y en la que aun se aprecian áreas plenamente elaboradas en marmol y talladas con exquisitas formas descritas alguna vez por un poeta como "el paraiso en la tierra ". La verdad es que ninguna foto le hace justicia a su magnificiencia y el verdadero placer está en caminarlo tratando de imaginar su grandiosidad en la época de mediados del año 1600.
Una vez salimos del templo, Raj nos había indicado el camino para llegar hasta la mezquita mas grande de la India. Jama Masjid tiene capacidad para 25 mil pesonas y para llegar a ella tuvimos que aventurarnos caminando por los callejones de la vieja Delhi, tan estrechos y atiborrados que dificilmente cabe un carro. Si ayer habíamos pensado que nuestro barrio era horrible y caótico, aún no habíamos visto nada, las calles son rios humanos por los que transitan sin orden alguno millones de personas por segundo. Las mototaxis, conocidas acá como autorickshaw o tuk tuk andan a la par con sus homólogos los ciclorickshaw, cuyo motor son las piernas de algún indio flaco y desgarbado. A eso se suman vacas, chivos, perros, turistas, motos y millones de indios, lo que hace del tránsito por alli, una actividad pintoresca, única y, ciertamente, inolvidable. Las aceras están atiborradas de negocios de todo tipo, desde las consabidas figurillas de dioses, hasta almacenes de artículos odontológicos, en donde juanro tuvo la oportunidad de deleitarse. Cada tanto tocaba parar, tomar aire, reirse, contar hasta 10 y lamentarse por no tener más pares de ojos para ver todo lo que el entorno ofrecía. Esta es la verdadera Delhi y hay que dejar que sus calles te arrastren, hay que degustarla. Está Delhi está reservada sólo para quien manda sus prejuicios al carajo y para quien deja sus miedos en el hotel. No hay que tratar de entenderla, pues no es comprensible desde ningún punto de vista, hay, simplemente, que aceptarla, vivirla, caminarla, dejando que el asombro se apodere de ti y que todo ese caos, lejos de ofuscarte, te saque una sonrisa. En ese momento sabrás que estás en el lugar correcto con la actitud correcta, viviendo algo que recordarás el resto de la vida.
Jama Masjid
Como acá manejan al lado izquierdo, están acostumbrados a caminar por ese mismo lado y a nosotros siempre se nos olvida, así que todo el rato nos chocamos con alguien, las pasada de las calles también es uns actividad de alto riesgo, pues fuera de la locura de los conductores debemos mirar para ambos para evitar un atropello!
Finalmente llegamos a la mezquita. Había que quitarse los zapatos y las mujeres reclamar una especie de bata que cubre los hombros, los brazos y llega hasta las piernas.
Debíamos atravezar una plazoleta enorme y el piso estaba hirviendo, pero ante la naturalidad de los demás tuvimos que asumirlo con calma y hacernos los que no nos estábamos quemando las plantas de los pies, allí mismo rezarían posteriormente los musulmanes, acto que no nos fue permitido presenciar. Antes de salir subimos hasta un torre o minerete, de unos 50 metros de alto, lo que nos permitió contemplar el caos de la ciudad desde otro ángulo. Es impresionante la vista y la bulla que se percibe y si no hemos mencionado el tema de los pitos es porque ya nos resignamos. A la salida encontramos nuestros zapatos entre los morros de calzado y nuevamente las aventuras por los callejones. Esta vez, atreviéndonos incluso a penetrar algunos mas estrechos por los que ningun turista se atrevería.
Encontramos a Raj en el sitio exacto en que nos había dicho, nuestro carro era como un oasis en el desierto y tras recatarnos de esa marea humana, nos llevo al Ghandi Smirti, un conmovedor monumento que se levanta en el sitio en donde Ghandi fue asesinado en 1948. El lugar es un parque inmenso y perfectamente cuidado, en donde se respira paz y tanquilidad. Para estar cerca de la tumba tuvimos que quitarnos nuevamente los zapatos, pero esta vez la caminada era por manga, asi que no nos quemamos tanto.
En todos los lugares que previamente hemos relatado ocurrió que, de nuevo, alguien quería tomarse fotos con nosotros, hombres y mujeres por igual. Pero aquí a las afueras del Ghandi Smirti, hubo un momento en el que se hizo una larga fila, mientras Juanro bromeaba diciendo, " la foto con ella vale 10 rupias, por cabeza, 10 rupias, solo 10 rupias". Los indios se reían y entraban en confianza lo que incrementaba el tamaño de la fila! Los hombres son de una decencia y un respeto increíbles, los más osados posan cerquita de mi pero sin atrever siquiera a rozarme, mientras que las mujeres me abrazan, me toman las manos y son de una afusividad asombrosa. El tema de las fotos de repetiría insistentemente a lo largo de todo el el día, con tendencia, incluso, a incrementarse en la medida que nos alejemos de las grandes ciudades.
Con todo lo increíble que habíamos visto y aún estábamos lejos de imaginar lo que nos faltaba por conocer. El templo de Akshardham es tan solo del 2005, fue creado por el grupo Hindú Swaminarayan y, realmente, no hay forma de que escribamos nada que se asemeje a la grandiosidad de verlo con los propios ojos. Elaborado en arenisca y marmol, tiene talladas 20 mil deidades y animales como pavos reales, elefantes, tigres. Las miles de columnas, los inmensos techos, todo es finamente tallado y uno necesitaría años enteros para ver todo en detalle. En el altar hay una figura de unos 5 metros del maestro que inspiró el templo, tan dorada y tan brillante que parece de oro y las paredes que la contienen, ademas de las tallas, están cubiertas de piedras semipreciosas. Es una lástima que no dejen tomar fotos, pues, de verdad lo que contamos se queda corto para hacerles entender lo que vimos.
A la salida le pedimos a Raj que nos llevara a un restaurante típico, así que almorzamos en Pindi. Otra vez extasiados con la comida de aquí, con los sabores tan diferentes y exóticos. Creo que el hecho de no poder comer carne lo ha convertido en cocineros muy creativos que, apoyados en su diversidad de especias han logrado llevar la comida a otra dimensión. Es toda una experiencia el acto de comer.
Para finalizar el día fuimos al templo de Loto, una estructura en marmol con forma de esta flor, considerada sagrada. La filosofía del templo es buscar la paz universal y eliminar los prejuicios, así que está abierto a todas las creencias, religiones y credos. Allá una familia de indios nos saludó efusivamente, nosotros no los reconocimos porque todos son bastante parecidos, pero resulta que por la mañana habíamos coincidido en el Fuerte Rojo y se habían tomado foto con nosotros, al ver nuestra cara de extrañeza sacaron su cámara y nos la mostraron e incluso aprovecharon y se tomaron otra más.
Terminó el día sin que Raj nos pudiera convencer de que hiciéramos el resto del paseo en su carro. Llegamos rendidos, pues excepto los desplazamientos en carro y la hora del almuerzo, no nos habíamos sentando ni un minuto. Aun así tuvimos la osadía de salir nuevamente por la noche a buscar el accesorio para poder pasar las fotos al Ipad. No lo encontramos. Mi obsesión por conseguirlo le estaba quitando la paz mental a Juanro quien antes de dormirnos pasó largas horas investigando las tiendas apple de nueva Delhi, que increiblemente y, pese a tener 17 millones de habitantes, no tiene sino una chiquitica y lejísimos. Con este desolador panorama nos dormimos. Al otro día madrugamos y yo seguía obsesionada por ese aparatico para poderles mostrar las fotos a los lectores de este blog, entonces emprendimos la marcha hasta la pequeñísima y lejana tienda. Ya no teníamos a Raj con nosotros, así que usamos el popular tuk tuk, los primeros minutos fueron de tensión total, el conductor se metía por unas partes, confiado en que con el pito le abrirían espacio. Además la sensación de ver los carros en el lado contrario nos hacía creer que se iban a chocar contra nosotros. A veces hasta se nos salían gritos ahogados que el conductor escuchaba, entonces nos miraba muerto de la risa. Entre contravías, frenones, giros en U prohibidos y todo tipo de brutalidades, llegamos a nuestro destino y ¿adivinen? encontramos el adaptador ese, pero le salió otra pata al perro y seguimos sin poderlas subir. El regreso fue igualmente brutal pero a diferencia de la ida, no hicimos sino reirnos. Al final concluimos que esta gente es una dura para manejar!!! De hecho, ahora que reflexionamos, caemos en cuenta que en tres días que llevamos en Delhi, no hemos visto ni un solo accidente, ni un solo choque.
Esta noche tomaremos nuestro primer tren hacia Haridwar. Estamos bastante ansiosos, pues eso de dormir en trenes es toda una novedad y más en los trenes de acá. Esperamos que no se cumpla ninguna de las profesías de Raj y todos los trenes funcionen perfectamente. De todas maneras, él nos dio su tarjeta y prometió salvarnos estemos donde estemos.
Ghandi Smriti
sino lo que somos.
Fernando Pessoa
Qutub Minar
Tal y como lo prometió, Raj, nuestro conductor, el del carro con aire acondicionado, llegó muy puntual a las 9am. Nos había advertido que estaríamos ocupados todo el día y vaya si lo logró.
Primero nos llevó al fuerte rojo, en el área de Vieja Delhi, una fortaleza en arenisca que evoca el antiguio esplendor mongol, en plena época de la dinastía cuando los elefantes paseaban vestidos con trajes llenos de piedras preciosas!
Lo que quedó luego de que los ingleses la destruyeran fue una fortaleza inmensa que se extiende a los largo de 2km y en la que aun se aprecian áreas plenamente elaboradas en marmol y talladas con exquisitas formas descritas alguna vez por un poeta como "el paraiso en la tierra ". La verdad es que ninguna foto le hace justicia a su magnificiencia y el verdadero placer está en caminarlo tratando de imaginar su grandiosidad en la época de mediados del año 1600.
Una vez salimos del templo, Raj nos había indicado el camino para llegar hasta la mezquita mas grande de la India. Jama Masjid tiene capacidad para 25 mil pesonas y para llegar a ella tuvimos que aventurarnos caminando por los callejones de la vieja Delhi, tan estrechos y atiborrados que dificilmente cabe un carro. Si ayer habíamos pensado que nuestro barrio era horrible y caótico, aún no habíamos visto nada, las calles son rios humanos por los que transitan sin orden alguno millones de personas por segundo. Las mototaxis, conocidas acá como autorickshaw o tuk tuk andan a la par con sus homólogos los ciclorickshaw, cuyo motor son las piernas de algún indio flaco y desgarbado. A eso se suman vacas, chivos, perros, turistas, motos y millones de indios, lo que hace del tránsito por alli, una actividad pintoresca, única y, ciertamente, inolvidable. Las aceras están atiborradas de negocios de todo tipo, desde las consabidas figurillas de dioses, hasta almacenes de artículos odontológicos, en donde juanro tuvo la oportunidad de deleitarse. Cada tanto tocaba parar, tomar aire, reirse, contar hasta 10 y lamentarse por no tener más pares de ojos para ver todo lo que el entorno ofrecía. Esta es la verdadera Delhi y hay que dejar que sus calles te arrastren, hay que degustarla. Está Delhi está reservada sólo para quien manda sus prejuicios al carajo y para quien deja sus miedos en el hotel. No hay que tratar de entenderla, pues no es comprensible desde ningún punto de vista, hay, simplemente, que aceptarla, vivirla, caminarla, dejando que el asombro se apodere de ti y que todo ese caos, lejos de ofuscarte, te saque una sonrisa. En ese momento sabrás que estás en el lugar correcto con la actitud correcta, viviendo algo que recordarás el resto de la vida.
Jama Masjid
Como acá manejan al lado izquierdo, están acostumbrados a caminar por ese mismo lado y a nosotros siempre se nos olvida, así que todo el rato nos chocamos con alguien, las pasada de las calles también es uns actividad de alto riesgo, pues fuera de la locura de los conductores debemos mirar para ambos para evitar un atropello!
Finalmente llegamos a la mezquita. Había que quitarse los zapatos y las mujeres reclamar una especie de bata que cubre los hombros, los brazos y llega hasta las piernas.
Debíamos atravezar una plazoleta enorme y el piso estaba hirviendo, pero ante la naturalidad de los demás tuvimos que asumirlo con calma y hacernos los que no nos estábamos quemando las plantas de los pies, allí mismo rezarían posteriormente los musulmanes, acto que no nos fue permitido presenciar. Antes de salir subimos hasta un torre o minerete, de unos 50 metros de alto, lo que nos permitió contemplar el caos de la ciudad desde otro ángulo. Es impresionante la vista y la bulla que se percibe y si no hemos mencionado el tema de los pitos es porque ya nos resignamos. A la salida encontramos nuestros zapatos entre los morros de calzado y nuevamente las aventuras por los callejones. Esta vez, atreviéndonos incluso a penetrar algunos mas estrechos por los que ningun turista se atrevería.
Encontramos a Raj en el sitio exacto en que nos había dicho, nuestro carro era como un oasis en el desierto y tras recatarnos de esa marea humana, nos llevo al Ghandi Smirti, un conmovedor monumento que se levanta en el sitio en donde Ghandi fue asesinado en 1948. El lugar es un parque inmenso y perfectamente cuidado, en donde se respira paz y tanquilidad. Para estar cerca de la tumba tuvimos que quitarnos nuevamente los zapatos, pero esta vez la caminada era por manga, asi que no nos quemamos tanto.
En todos los lugares que previamente hemos relatado ocurrió que, de nuevo, alguien quería tomarse fotos con nosotros, hombres y mujeres por igual. Pero aquí a las afueras del Ghandi Smirti, hubo un momento en el que se hizo una larga fila, mientras Juanro bromeaba diciendo, " la foto con ella vale 10 rupias, por cabeza, 10 rupias, solo 10 rupias". Los indios se reían y entraban en confianza lo que incrementaba el tamaño de la fila! Los hombres son de una decencia y un respeto increíbles, los más osados posan cerquita de mi pero sin atrever siquiera a rozarme, mientras que las mujeres me abrazan, me toman las manos y son de una afusividad asombrosa. El tema de las fotos de repetiría insistentemente a lo largo de todo el el día, con tendencia, incluso, a incrementarse en la medida que nos alejemos de las grandes ciudades.
Con todo lo increíble que habíamos visto y aún estábamos lejos de imaginar lo que nos faltaba por conocer. El templo de Akshardham es tan solo del 2005, fue creado por el grupo Hindú Swaminarayan y, realmente, no hay forma de que escribamos nada que se asemeje a la grandiosidad de verlo con los propios ojos. Elaborado en arenisca y marmol, tiene talladas 20 mil deidades y animales como pavos reales, elefantes, tigres. Las miles de columnas, los inmensos techos, todo es finamente tallado y uno necesitaría años enteros para ver todo en detalle. En el altar hay una figura de unos 5 metros del maestro que inspiró el templo, tan dorada y tan brillante que parece de oro y las paredes que la contienen, ademas de las tallas, están cubiertas de piedras semipreciosas. Es una lástima que no dejen tomar fotos, pues, de verdad lo que contamos se queda corto para hacerles entender lo que vimos.
A la salida le pedimos a Raj que nos llevara a un restaurante típico, así que almorzamos en Pindi. Otra vez extasiados con la comida de aquí, con los sabores tan diferentes y exóticos. Creo que el hecho de no poder comer carne lo ha convertido en cocineros muy creativos que, apoyados en su diversidad de especias han logrado llevar la comida a otra dimensión. Es toda una experiencia el acto de comer.
Para finalizar el día fuimos al templo de Loto, una estructura en marmol con forma de esta flor, considerada sagrada. La filosofía del templo es buscar la paz universal y eliminar los prejuicios, así que está abierto a todas las creencias, religiones y credos. Allá una familia de indios nos saludó efusivamente, nosotros no los reconocimos porque todos son bastante parecidos, pero resulta que por la mañana habíamos coincidido en el Fuerte Rojo y se habían tomado foto con nosotros, al ver nuestra cara de extrañeza sacaron su cámara y nos la mostraron e incluso aprovecharon y se tomaron otra más.
Terminó el día sin que Raj nos pudiera convencer de que hiciéramos el resto del paseo en su carro. Llegamos rendidos, pues excepto los desplazamientos en carro y la hora del almuerzo, no nos habíamos sentando ni un minuto. Aun así tuvimos la osadía de salir nuevamente por la noche a buscar el accesorio para poder pasar las fotos al Ipad. No lo encontramos. Mi obsesión por conseguirlo le estaba quitando la paz mental a Juanro quien antes de dormirnos pasó largas horas investigando las tiendas apple de nueva Delhi, que increiblemente y, pese a tener 17 millones de habitantes, no tiene sino una chiquitica y lejísimos. Con este desolador panorama nos dormimos. Al otro día madrugamos y yo seguía obsesionada por ese aparatico para poderles mostrar las fotos a los lectores de este blog, entonces emprendimos la marcha hasta la pequeñísima y lejana tienda. Ya no teníamos a Raj con nosotros, así que usamos el popular tuk tuk, los primeros minutos fueron de tensión total, el conductor se metía por unas partes, confiado en que con el pito le abrirían espacio. Además la sensación de ver los carros en el lado contrario nos hacía creer que se iban a chocar contra nosotros. A veces hasta se nos salían gritos ahogados que el conductor escuchaba, entonces nos miraba muerto de la risa. Entre contravías, frenones, giros en U prohibidos y todo tipo de brutalidades, llegamos a nuestro destino y ¿adivinen? encontramos el adaptador ese, pero le salió otra pata al perro y seguimos sin poderlas subir. El regreso fue igualmente brutal pero a diferencia de la ida, no hicimos sino reirnos. Al final concluimos que esta gente es una dura para manejar!!! De hecho, ahora que reflexionamos, caemos en cuenta que en tres días que llevamos en Delhi, no hemos visto ni un solo accidente, ni un solo choque.
Esta noche tomaremos nuestro primer tren hacia Haridwar. Estamos bastante ansiosos, pues eso de dormir en trenes es toda una novedad y más en los trenes de acá. Esperamos que no se cumpla ninguna de las profesías de Raj y todos los trenes funcionen perfectamente. De todas maneras, él nos dio su tarjeta y prometió salvarnos estemos donde estemos.
Ghandi Smriti