Un viaje acaba de comenzar. Un viaje sin retorno. Tú viaje. Te fuiste para siempre y al escribir esa palabra recién comprendo su verdadero significado. Solemos decir “siempre” tan a menudo, para cosas tan banales, pero esta vez, en cambio, significa algo tan definitivo: te – fuiste – para - siempre. Y me queda claro que no vas a volver.
Porque tu viaje es más largo que el viaje de todas las guacamayas del mundo volando juntas. Tu viaje es más lejos y solitario que el de todas las tortugas que vi nacer esta temporada. Ellas nacen solas y se orientan hacia el mar guiadas por el canto de las olas y por la intensidad luminosa del horizonte marino. Son arrastradas por las corrientes de agua, guiadas por las fases lunares y la magia de su magnetismo sobre la tierra, son impulsadas a través del mar miles de kilómetros al año, en un recorrido fascinante y peligroso, antes de volver al mismo lugar en el que nacieron. Las pocas que sobreviven vuelven y perpetúan su especie poniendo cientos de huevos y dando paso a nuevas vidas. Y así una y otra vez.
Me pregunto qué guía tu viaje, si es el sol luminoso, si son las mismas corrientes de aire que guían el viaje de las guacamayas, o si, como las tortugas, te guía la canción del mar al que nunca pudimos ir juntas. Me pregunto dónde estás, si viviendo en una estrella o flotando entre las nubes o en un campo de guayacanes amarillos de los que tanto te gustaban.
Pero soy poco romántica y prefiero las respuestas certeras y la única certeza que tengo es que vivirás, por siempre, en la memoria de los que te conocimos. Y este “siempre” también es definitivo, porque haberte conocido fue amar tu alegría y tu sonrisa y los que tuvimos ese privilegio atesoraremos tu recuerdo en ese lugar de la memoria, en el que se quedan guardadas las cosas bellas y las personas valiosas que la vida nos pone en el camino.
Es curioso, este viaje a Costa Rica empezó por ti y finalizó contigo, en una perfecta sincronía, porque así es la vida, sincrónica, así no siempre entendamos el recorrido que nos propone, así no siempre sepamos bailar la música que nos ofrece, así no siempre podamos insertarnos en las corrientes del aire y del mar. Es sincrónica, como sincrónico es el increíble periplo de las tortugas por el continente, el vaivén de las guacamayas liberadas que siempre regresan en festivas bandadas para recordarnos que están vivas y libres gracias a nosotros, gracias a los que las amamos, gracias a los que regalamos nuestro tiempo y nuestro trabajo y gracias a ti, que me inspiraste para cumplir ese sueño de plumas de colores, que físicamente ya termina, pero que, estoy segura, apenas comienza.
*A Miss Toro, quien murió 3 meses después de haberla visitado en San Francisco. 11 años después de haberla conocido en Londres. Allí me recibió como si fuera su hija y me contagió con su forma avanzada de ser y de pensar. A su lado, aprendí que el mundo es grande y que no se necesita compañía para recorrerlo. Junto a ella, entendí que lo único de lo que uno se arrepiente es de lo que deja de hacer. En su memoria me refundí un mes en la selva costarricense, persiguiendo mi sueño de cuidar guacamayas. En su honor, todos las acciones posteriores de mi vida están encaminadas a la búsqueda de un solo objetivo: ser feliz.
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