Durante agosto y septiembre este blog se llenará de guacamayas. De las calles polvorientas de la India y el ruido ensordecedor de los pitos de los carros, no quedará nada. Tampoco quedarán olores ni tumultos, ni vendedores, ni vacas intocables. Esta vez, me voy para la selva de Costa Rica a cuidar guacamayas. Del polvo, pasaré a la humedad del trópico, de los pitos de los carros a los alaridos de las loras y al sonido de la lluvia cayendo sobre la hojarasca. Dormiré al son del canto de las ranas y los grillos. Voy a vivir al ritmo de la selva, levantándome al alba y durmiendo cuando caiga el sol. Me esperan más de 100 guacamayas entre la tricolor (Ara macao) y la gran guacamaya verde (Ara ambiguus), actualmente en grave peligro de extinción, pues fui elegida como voluntaria de The Ara Proyect, una fundación dedicada a estudiar, reproducir, preservar y reintroducir especies a su hábitat natural, lugar de donde nunca debieron haber salido.
Se preguntarán cómo diablos termina una persona metida en tan particular aventura, pues la historia es simple, compleja y por qué no, triste, todo al mismo tiempo.
Una gran amiga, con la que compartí infinitas aventuras durante mi año en Inglaterra y a quien estuve visitando hace poco en San Francisco, recién se enteró de que tiene tres meses de vida. Estaba, como todos nos mantenemos, llena de planes para el futuro, de cosas por hacer, de sueños por cumplir. Pero solo tiene tres meses y mil preguntas que nadie le puede responder.
Que particular forma tiene la vida de enseñarte las cosas, hace un mes estábamos juntas riendo a carcajadas, haciendo planes, imaginando viajes que haríamos y sueños que cumpliríamos, pero nadie tiene el mañana comprado. Ni ella, ni yo, ni ustedes, ni nadie.
Ahora bien, los que me conocen saben que siempre viví en las afueras de la ciudad, rodeada de animales, árboles y de las orquídeas que cultivaba mi mamá. Amo a todos los animales, pero mis favoritos siempre fueron las aves, especialmente, el orden de las Psittaciformes: loros, guacamayas, periquitos, cacatúas y tucanes. He tenido el placer criar varias especies, las he estudiado, las he fotografiado y he ganado concursos con sus fotos, las he disfrutado, las he entrenado, las tengo en forma de grafitti en la sala de mi casa, las he llorado también y, desde hace rato, sentía la necesidad de hacer algo por ellas, de retribuirle a la naturaleza por permitirme disfrutar de esas aves que yo encuentro tan inteligentes fascinantes.
Ocurrió todo el mismo día: mi amiga me puso un mail contándome la noticia de su enfermedad y su inminente desenlace y me di cuenta de que The Ara Proyect buscaba voluntarios. La idea comenzó a darme vueltas en la mente y sólo necesité un empujoncito de Juanro para llenar el formulario.
¿Qué harían ustedes si les pasara lo de amiga?¿Cuántos sueños se les habrán quedado sin cumplir? Seguro que muchos, porque, aunque todos tenemos sueños, no nos esforzamos lo suficiente para hacerlos realidad, siempre encontramos excusas, siempre decimos que mañana, pero ¿y si no hubiera un mañana?
Ese día volví a comprobar que a nadie los sueños le tocan la puerta de la casa, o lo sacan arrastrado de la oficina, hay que salir y hacer que sucedan, porque como bien dicen, lo único que cae del cielo es la lluvia.
Casi siempre la parte más difícil es tomar la decisión, lo otro se va dando. Cada vez me convenzo más de que de nada sirve tener mucho dinero en el banco y no tener la juventud, la energía, el tiempo o simplemente un mañana para gastarlo, la vida es hoy, es ahora. Muchos “mañana” se quedaron esperando promesas que jamás alcanzaron a cumplirse.
Hoy mi amiga yace semi inconsciente esperando el momento de volar. Sin embargo, en sus últimos días de conciencia, pude hablar con ella y alcancé a contarle sobre mi viaje a Costa Rica. Ella sabía que eso estaba en mi lista de sueños, así que le dije que lo haría en su nombre, en el nombre de todos sus sueños, esos que ya no podrá llevar a cabo. En un último intento por cumplir alguno, me pidió que sembrara un árbol, pues ella siempre había querido hacerlo y no había tenido la oportunidad de hacerlo. Así que compré un guayabo, cavé un hoyo gigante, lo sembré y lo aboné. Al otro día floreció. Le tomé fotos a todo el proceso y con ellas escribí un cuento. Se lo mandé a su correo pero ya era demasiado tarde, sumida en su inconsciencia creo que no alcanzó a leerlo. Pero ahí está plantado el guayabo, llenándose de flores y bailando con el viento. Recordándome que cada día un bien día para cumplir un sueño, porque tal vez mañana no tengamos la oportunidad de ver el sol. Así de simple.
Justo aquí el mío acaba de comenzar. Y lo estoy viviendo como si no hubiera un mañana.
A Miss Toro
Se preguntarán cómo diablos termina una persona metida en tan particular aventura, pues la historia es simple, compleja y por qué no, triste, todo al mismo tiempo.
Una gran amiga, con la que compartí infinitas aventuras durante mi año en Inglaterra y a quien estuve visitando hace poco en San Francisco, recién se enteró de que tiene tres meses de vida. Estaba, como todos nos mantenemos, llena de planes para el futuro, de cosas por hacer, de sueños por cumplir. Pero solo tiene tres meses y mil preguntas que nadie le puede responder.
Que particular forma tiene la vida de enseñarte las cosas, hace un mes estábamos juntas riendo a carcajadas, haciendo planes, imaginando viajes que haríamos y sueños que cumpliríamos, pero nadie tiene el mañana comprado. Ni ella, ni yo, ni ustedes, ni nadie.
Ahora bien, los que me conocen saben que siempre viví en las afueras de la ciudad, rodeada de animales, árboles y de las orquídeas que cultivaba mi mamá. Amo a todos los animales, pero mis favoritos siempre fueron las aves, especialmente, el orden de las Psittaciformes: loros, guacamayas, periquitos, cacatúas y tucanes. He tenido el placer criar varias especies, las he estudiado, las he fotografiado y he ganado concursos con sus fotos, las he disfrutado, las he entrenado, las tengo en forma de grafitti en la sala de mi casa, las he llorado también y, desde hace rato, sentía la necesidad de hacer algo por ellas, de retribuirle a la naturaleza por permitirme disfrutar de esas aves que yo encuentro tan inteligentes fascinantes.
¿Qué harían ustedes si les pasara lo de amiga?¿Cuántos sueños se les habrán quedado sin cumplir? Seguro que muchos, porque, aunque todos tenemos sueños, no nos esforzamos lo suficiente para hacerlos realidad, siempre encontramos excusas, siempre decimos que mañana, pero ¿y si no hubiera un mañana?
Ese día volví a comprobar que a nadie los sueños le tocan la puerta de la casa, o lo sacan arrastrado de la oficina, hay que salir y hacer que sucedan, porque como bien dicen, lo único que cae del cielo es la lluvia.
Casi siempre la parte más difícil es tomar la decisión, lo otro se va dando. Cada vez me convenzo más de que de nada sirve tener mucho dinero en el banco y no tener la juventud, la energía, el tiempo o simplemente un mañana para gastarlo, la vida es hoy, es ahora. Muchos “mañana” se quedaron esperando promesas que jamás alcanzaron a cumplirse.
Hoy mi amiga yace semi inconsciente esperando el momento de volar. Sin embargo, en sus últimos días de conciencia, pude hablar con ella y alcancé a contarle sobre mi viaje a Costa Rica. Ella sabía que eso estaba en mi lista de sueños, así que le dije que lo haría en su nombre, en el nombre de todos sus sueños, esos que ya no podrá llevar a cabo. En un último intento por cumplir alguno, me pidió que sembrara un árbol, pues ella siempre había querido hacerlo y no había tenido la oportunidad de hacerlo. Así que compré un guayabo, cavé un hoyo gigante, lo sembré y lo aboné. Al otro día floreció. Le tomé fotos a todo el proceso y con ellas escribí un cuento. Se lo mandé a su correo pero ya era demasiado tarde, sumida en su inconsciencia creo que no alcanzó a leerlo. Pero ahí está plantado el guayabo, llenándose de flores y bailando con el viento. Recordándome que cada día un bien día para cumplir un sueño, porque tal vez mañana no tengamos la oportunidad de ver el sol. Así de simple.
Justo aquí el mío acaba de comenzar. Y lo estoy viviendo como si no hubiera un mañana.
A Miss Toro
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