"Uno debe llevar algo maravilloso para leer
en el tren, por eso, siempre llevo mi diario"
Oscar Wilde
Amristsar, como todas las ciudades indias, es ruidosa, sucia y polvorienta. Otrora fue paso obligado de la ruta de la seda, pero ahora su importancia radica en que alberga uno de los lugares mas enigmáticos y facinantes de la india: el templo dorado, lugar de peregrinación de los Sikhis que abre también sus puertas a cualquier persona, siempre y cuando acate sus normas básicas de no entrar con zapatos, ni con la cabeza descubierta. Los Sikhis surgieron porque no estaban de acuerdo con el sistema de castas del hinduismo, así que su filosofía pregona la igualdad, la solidaridad y la compasión hacia todos los seres humanos. Tanto es así que diariamente sirve 80 mil comidas gratuitas para todo el que desee y ofrece albergues también gratis para peregrinos. Los Sikhis no pueden cortarse la barba ni el pelo durante toda su vida, por eso, en esta es la tierra del turbante, llegamos a ver unos de tamaños increibles. Entrar al templo es una experiencia que marca. Su cúpula es en oro y el espejo de agua fue cuidadosamente construido para que devuelva su figura invertida, especialmente de noche. Pasarelas en mamol inmaculado lo enmarcan y unos altoparlantes constantemente emiten rezos o la música mística que acompaña sus oraciones. Todos los días a las 10 de la noche tiene lugar un elaborado ritual mediante el cual sacan el libro sagrado del templo y lo guardan en otro recinto, hordas de gente se amotinan solo por el placer de observar de cerca el libro que contiene todos los estatutos de su religión. El mismo ritual se repite nuevamente, pero en sentido inverso a las 5 de la mañana.
El Templo de por si justifica toda visita a esta ciudad que linda con Paskistan, pero el hecho de sentarse simplemente a observar la gente pasar, con sus atuendos, con sus turbantes imposibles, con su religiosidad, con su devoción infinita, justica cada segundo de permanencia en él. Además es un oasis de limpieza en medio del polvo y el mugre de las calles. Fuimos por la mañana, por la tarde, por la noche y siempre estaba lleno de gente caminando sus pasarelas en marmol, ocupando los comedores que nunca paran de servir comida, bañandose en las aguas que rodean el templo, observándonos, siempre observándonos, con respeto, con amabilidad, pero sintiéndonos ante sus ojos como los seres mas extraños del planeta. Esta sensación la hemos experiementado desde nuestra llegada a la India y es raro, sentirse el diferente, el que se usa otra ropa, el que no sabe algo tan simple cómo comer su comida, si con la mano, si con cubiertos, si con el pan, el que camina por el lado opuesto en las calles, el que no puede ni pronunciar las palabras más básicas ni, mucho menos, recordar ningún nombre.
Aunque habíamos jurado no volver a tomar las carreteras indias, por la tarde no tuvimos ninguna otra opción para ir hasta el borde con Pakistan y ver el cierre de la frontera. Ibamos en un taxi compartido sin aire acondicionado como cigarrillos en paquete, en medio de un calor infernal. Desde que abordamos el carro notamos que estaba en muy mal estado, le sonaba todo, vibraba y hacía amagos de apagarse. Hasta que pasó lo que nos habíamos imaginado en nuestras peores pesadillas: nos varamos. Ni empujado prendía, nada. Nos estábamos derritiendo pero el conductor insistía en que lo iba a arreglar, que no nos bajáramos. Todo esto mientras nuestros compañeros de carro dormían plácidamente, porque si hay alguna facultad que posean los indios es la dormirse hasta parados y esto no es una exageración, hemos visto gente de pie durmiendo. Nosotros, por nuestra parte, estábamos al límite, a punto de abortar la misión, pero al final el conductor lo logró prender, el problema ahora es que no podía parar porque se apagaba, así que imaginense la pitadera para que el abrieran paso, ni en los semáforos paraba y nosotros haga fuerza unos 40 minutos hasta que por fin llegamos.
Guardia en el cierre de Frontera
El cierre de frontera pensamos que era atractivo para los turistas y unos cuantos indios desocupados, pero nos encontramos buses y buses que llevaban indios de todos lados, colegios enteros, una multitud imposible. Con decirles que hay graderías y todo, llenas a reventar, por fortuna, hay una reservada sólo para turistas, así que aseguramos nuestra ubicación. La gente ondeaba banderas, cantaba, brincaba, apaludía, sumidos en un fervor patriótico que nunca habiamos sentido en ningún otro lugar. Al otro lado, en Pakistan, el panorama era bien diferente. Si mucho había 500 ciudadanos, sentados sin expresar ninguna emoción. Muy teatralmente los soldados de parte y parte llevan a cabo un elaborado protocolo que termina con las banderas abajo y las rejas que separan a ambos paises, cerradas. De esa misma forma se cierra la frontera todos los días entre ambos paises, que aunque llevan la misma sangre, sienten un odio irreconciliable. Es curioso el tema de las fronteras, cómo una simple reja conduce tus creencias, te define como ciudadano y te dicta en lo que debes creer o a quién debes odiar.
Salvo por el tráfico, el regreso no fue tan traumático como la ida. Por lo menos no nos varamos, aunque sí nos chocamos un par de veces. Como siempre, ni se bajaron a mirar, ni le dieron importancia, como si nada hubiera pasado. Nuestro hotel queda en toda la ciudad vieja, frente al Templo Dorado, atravezando unos callejones estrechos por los que pretenden circular tuks tuks, motos, carros y peatones. A veces se hacen unos nudos que hasta se forman tacos de peatones y ellos juran que a punto de pito se deshará el nudo. Pero el hotel akaal, es un pequeño oasis en medio de todo este caos. No sólo porque tiene el aire acondicionado mas potente de la India, tanto que quedamos medio agripados, sino también porque el personal ha sido muy atento y el mismísimo dueño se ha tomado el trabajo de ordenar la comida por nosotros, pues cuando empezamos a conocer el nombre de los platos cambiamos de ciudad y el menú se modifica completamente, haciéndonos sentir de nuevo como analfetas, culinariamente hablando.
Habiendo ido al templo y a la frontera, sentimos que no había nada mas que hacer en Amristar, así que decidimos adelantar nuestro tren un dia. Fuimos a la estación a preguntar por la cuota para turistas y, efectivamente, nos abrieron un campo. Solo había en segunda clase y no me pareció un problema, hasta que abordamos y casi nos desencajamos al notar que era segunda clase non ac, es decir sin aire acondicionado. Tratamos de cambiar pero el tren iba full, asi que nos esperan 15 horas de horror. El aire acondicionado que es lo que inicialmente nos preocupaba, resultó ser lo de menos, lo de mas, es que en esta clase viaja gente mas humilde, así que pronto comenzamos a sentir los aromas tan desagradables que nos habrían de acompañar todo el trayecto, a eso se suma la incomodidad de las sillas, el mugre y la bulla, especialmente de los niños. Por un momento logré olvidar lo horrible de entorno y quedarme dormida, de repente, sentí un olor a berrinches y al abrir los ojos encontré a 4 niños parados frente a mi observándome fijamente, tal y como uno observaría a una especie en vía de extinción. Para colmo de males no alcanzamos a comprar comida y cuando cuando Juanro insinuó que se bajaría a comprarla en alguna de las 28 paradas que hace este bendito tren, yo casi lo amarro con la cadena y el candado de las mochilas, de miedo de que el tren arrancara y él se quedara varado en alguna inhóspita estación y yo sola y miserable hasta Jaipur. Además Juanro parece haber adoptado la cualidad india de dormirse en cualquier lado y rápidamente se quedó dormido a pesar del olor, de la incomodidad, del sofoco, de la bulla. Yo, como siempre, poseo problemas para dormir en circunstancias extremas así que escribo esto en la incomodidad de mi litera del tren, sabiendo que aún faltan doce horas para llegar a Jaipur, armándome de valor para entrar al baño y pensando si lograremos resistir semejante odisea. Aunque si están leyendo esto, significa que lo logramos!
Litera del tren sin aire y con olores
en el tren, por eso, siempre llevo mi diario"
Oscar Wilde
Amristsar, como todas las ciudades indias, es ruidosa, sucia y polvorienta. Otrora fue paso obligado de la ruta de la seda, pero ahora su importancia radica en que alberga uno de los lugares mas enigmáticos y facinantes de la india: el templo dorado, lugar de peregrinación de los Sikhis que abre también sus puertas a cualquier persona, siempre y cuando acate sus normas básicas de no entrar con zapatos, ni con la cabeza descubierta. Los Sikhis surgieron porque no estaban de acuerdo con el sistema de castas del hinduismo, así que su filosofía pregona la igualdad, la solidaridad y la compasión hacia todos los seres humanos. Tanto es así que diariamente sirve 80 mil comidas gratuitas para todo el que desee y ofrece albergues también gratis para peregrinos. Los Sikhis no pueden cortarse la barba ni el pelo durante toda su vida, por eso, en esta es la tierra del turbante, llegamos a ver unos de tamaños increibles. Entrar al templo es una experiencia que marca. Su cúpula es en oro y el espejo de agua fue cuidadosamente construido para que devuelva su figura invertida, especialmente de noche. Pasarelas en mamol inmaculado lo enmarcan y unos altoparlantes constantemente emiten rezos o la música mística que acompaña sus oraciones. Todos los días a las 10 de la noche tiene lugar un elaborado ritual mediante el cual sacan el libro sagrado del templo y lo guardan en otro recinto, hordas de gente se amotinan solo por el placer de observar de cerca el libro que contiene todos los estatutos de su religión. El mismo ritual se repite nuevamente, pero en sentido inverso a las 5 de la mañana.
El Templo de por si justifica toda visita a esta ciudad que linda con Paskistan, pero el hecho de sentarse simplemente a observar la gente pasar, con sus atuendos, con sus turbantes imposibles, con su religiosidad, con su devoción infinita, justica cada segundo de permanencia en él. Además es un oasis de limpieza en medio del polvo y el mugre de las calles. Fuimos por la mañana, por la tarde, por la noche y siempre estaba lleno de gente caminando sus pasarelas en marmol, ocupando los comedores que nunca paran de servir comida, bañandose en las aguas que rodean el templo, observándonos, siempre observándonos, con respeto, con amabilidad, pero sintiéndonos ante sus ojos como los seres mas extraños del planeta. Esta sensación la hemos experiementado desde nuestra llegada a la India y es raro, sentirse el diferente, el que se usa otra ropa, el que no sabe algo tan simple cómo comer su comida, si con la mano, si con cubiertos, si con el pan, el que camina por el lado opuesto en las calles, el que no puede ni pronunciar las palabras más básicas ni, mucho menos, recordar ningún nombre.
Aunque habíamos jurado no volver a tomar las carreteras indias, por la tarde no tuvimos ninguna otra opción para ir hasta el borde con Pakistan y ver el cierre de la frontera. Ibamos en un taxi compartido sin aire acondicionado como cigarrillos en paquete, en medio de un calor infernal. Desde que abordamos el carro notamos que estaba en muy mal estado, le sonaba todo, vibraba y hacía amagos de apagarse. Hasta que pasó lo que nos habíamos imaginado en nuestras peores pesadillas: nos varamos. Ni empujado prendía, nada. Nos estábamos derritiendo pero el conductor insistía en que lo iba a arreglar, que no nos bajáramos. Todo esto mientras nuestros compañeros de carro dormían plácidamente, porque si hay alguna facultad que posean los indios es la dormirse hasta parados y esto no es una exageración, hemos visto gente de pie durmiendo. Nosotros, por nuestra parte, estábamos al límite, a punto de abortar la misión, pero al final el conductor lo logró prender, el problema ahora es que no podía parar porque se apagaba, así que imaginense la pitadera para que el abrieran paso, ni en los semáforos paraba y nosotros haga fuerza unos 40 minutos hasta que por fin llegamos.
Guardia en el cierre de Frontera
El cierre de frontera pensamos que era atractivo para los turistas y unos cuantos indios desocupados, pero nos encontramos buses y buses que llevaban indios de todos lados, colegios enteros, una multitud imposible. Con decirles que hay graderías y todo, llenas a reventar, por fortuna, hay una reservada sólo para turistas, así que aseguramos nuestra ubicación. La gente ondeaba banderas, cantaba, brincaba, apaludía, sumidos en un fervor patriótico que nunca habiamos sentido en ningún otro lugar. Al otro lado, en Pakistan, el panorama era bien diferente. Si mucho había 500 ciudadanos, sentados sin expresar ninguna emoción. Muy teatralmente los soldados de parte y parte llevan a cabo un elaborado protocolo que termina con las banderas abajo y las rejas que separan a ambos paises, cerradas. De esa misma forma se cierra la frontera todos los días entre ambos paises, que aunque llevan la misma sangre, sienten un odio irreconciliable. Es curioso el tema de las fronteras, cómo una simple reja conduce tus creencias, te define como ciudadano y te dicta en lo que debes creer o a quién debes odiar.
Salvo por el tráfico, el regreso no fue tan traumático como la ida. Por lo menos no nos varamos, aunque sí nos chocamos un par de veces. Como siempre, ni se bajaron a mirar, ni le dieron importancia, como si nada hubiera pasado. Nuestro hotel queda en toda la ciudad vieja, frente al Templo Dorado, atravezando unos callejones estrechos por los que pretenden circular tuks tuks, motos, carros y peatones. A veces se hacen unos nudos que hasta se forman tacos de peatones y ellos juran que a punto de pito se deshará el nudo. Pero el hotel akaal, es un pequeño oasis en medio de todo este caos. No sólo porque tiene el aire acondicionado mas potente de la India, tanto que quedamos medio agripados, sino también porque el personal ha sido muy atento y el mismísimo dueño se ha tomado el trabajo de ordenar la comida por nosotros, pues cuando empezamos a conocer el nombre de los platos cambiamos de ciudad y el menú se modifica completamente, haciéndonos sentir de nuevo como analfetas, culinariamente hablando.
Habiendo ido al templo y a la frontera, sentimos que no había nada mas que hacer en Amristar, así que decidimos adelantar nuestro tren un dia. Fuimos a la estación a preguntar por la cuota para turistas y, efectivamente, nos abrieron un campo. Solo había en segunda clase y no me pareció un problema, hasta que abordamos y casi nos desencajamos al notar que era segunda clase non ac, es decir sin aire acondicionado. Tratamos de cambiar pero el tren iba full, asi que nos esperan 15 horas de horror. El aire acondicionado que es lo que inicialmente nos preocupaba, resultó ser lo de menos, lo de mas, es que en esta clase viaja gente mas humilde, así que pronto comenzamos a sentir los aromas tan desagradables que nos habrían de acompañar todo el trayecto, a eso se suma la incomodidad de las sillas, el mugre y la bulla, especialmente de los niños. Por un momento logré olvidar lo horrible de entorno y quedarme dormida, de repente, sentí un olor a berrinches y al abrir los ojos encontré a 4 niños parados frente a mi observándome fijamente, tal y como uno observaría a una especie en vía de extinción. Para colmo de males no alcanzamos a comprar comida y cuando cuando Juanro insinuó que se bajaría a comprarla en alguna de las 28 paradas que hace este bendito tren, yo casi lo amarro con la cadena y el candado de las mochilas, de miedo de que el tren arrancara y él se quedara varado en alguna inhóspita estación y yo sola y miserable hasta Jaipur. Además Juanro parece haber adoptado la cualidad india de dormirse en cualquier lado y rápidamente se quedó dormido a pesar del olor, de la incomodidad, del sofoco, de la bulla. Yo, como siempre, poseo problemas para dormir en circunstancias extremas así que escribo esto en la incomodidad de mi litera del tren, sabiendo que aún faltan doce horas para llegar a Jaipur, armándome de valor para entrar al baño y pensando si lograremos resistir semejante odisea. Aunque si están leyendo esto, significa que lo logramos!
Litera del tren sin aire y con olores
no puse en el botiquin las pastillas para dormir?...jajjaja
ResponderEliminarSanti, esto no era de pastillas, era de puro y físico valor y aguante. ¿Habrá pastillas para ello? A veces, por estas tierras hacen falta.
ResponderEliminarMi Sara y Juanro, no se imaginan lo que nos hiceron sentir leyendo este relato. Les mandamos un abrazo con mucha, mucha fuerza.
ResponderEliminarHasta acá me llegó el olor a berrinche de esos muchachitos. Me hubiera querido ver en ese tren. Ajá!
ResponderEliminarjaajajaaj casi muero de la risa!
ResponderEliminarJajajajajajjaja no soporto la risa que me dio este cuento tan divertido!!!!!!! Jajaja. Yo, que duermo en todos lados, tengo ahora la maña de no dormir. Y mi mama, por el contrario, no para. Y me da como rabia porque la veo tan feliz y tranquila y yo tan mortificada y con sueño...
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