Litera del tren
Muy a las 11 pm íbamos entre ansiosos y emocionados para la estación del tren de Nueva Delhi, cuando llegamos notamos que la escena de los durmientes se repite, pero en mayor escala, cada noche, en todas las estaciones de buses y trenes de la India. Impresionante. Saltando cuerpos logramos llegar a la plataforma de nuestro tren, que, para sorpresa nuestra llegó muy cumplido. Abordamos, ubicamos nuestras literas, notamos que sobre ellas reposaban perfectamente dobladas y limpias la sábana, la sobresábana, la cobija. En cuestión de minutos ya todos en el tren estaban roncando, nosotros tratamos de hacer lo mismo, Juanro lo logró, yo estaba inquieta pensando en que el tren se movía mucho, si sería normal, si se iba a descarrilar, si se iba a atravesar una vaca, en fin, esas bobadas en que uno piensa cuando lo abruma lo desconocido. Cuando me di cuenta de que lo del movimiento era normal y que el tren es brusco por naturaleza, ya la preocupación era quedarnos dormidos y pasarnos de estación. Luego noté que en cada parada nos demorábamos escasos 5 minutos, entonces otra preocupación mas, ¿es ese tiempo suficiente para levantarnos, safar los candados con los que amarramos las mochilas y buscar la salida? de preocupación en preocupación me agarraron las 4 de la mañana, nuestra llegada era a las 4:20, así que desperté a Juanro, organizamos las mochilas y cuando el tren se detuvo estábamos listos, pero no estábamos seguros si habíamos llegado a nuestro destino, casi que no abrimos la puerta de salida y éramos los únicos despiertos dentro de nuestro vagón, así que no había a quien preguntarle, finalmente y con el tren a punto de arrancar lo logramos, nos bajamos, esquivamos a mas durmientes, agarramos un tuk tuk y, aleluya, llegamos al hotel Haveli Hari Ganga, que resultó ser de ensueño. Situado a orillas de Ganges y con terraza con vista al río, resolvimos esperar para ver el amanecer. Un momento mágico, ver clarear el día a orillas del río mas sagrado del mundo, todo envuelto en una bruma espesa, que dejaba ver las sombras de los fieles que madrugan a purificarse en sus aguas. Cuando nos venció el sueño dormimos en un silencio como el que no sentíamos desde hace muchos días. A las 12 nos levantamos y tras un suculento desayuno salimos a explorar Haridwar.
Esta ciudad es de enorme sacralidad y, por eso, viajan peregrinos de toda la India sólo para bañarse en sus aguas, expiar sus pecados y llevarle ofrendas a Visnu.
Santón en Haridwar
Uno de los planes fue subir hasta uno de los templos enclavado en una montaña a la que solo se accede o en teleférico o caminando por una trocha atestada de micos, que al menor descuido te arrancan las cosas de la mano. Optamos por el telesférico. Desde lo alto, la ciudad reluce enmarcada por el río, en este punto, ancho y caudaloso. Se supone que hay que llevarle ofrendas a la diosa Visnu quien en tiempos inmemoriales vertió en esta población su néctar divino y dejó impresa la huella de su pie, por lo que a lo largo de la subida hay pequeños puestos llenos de canastas con flores, unos trapos rojos ribeteados con dorado y una especie de arroz inflado, eso es lo que a ella le gusta. A los pandis que ofician los ritos lo que les gusta son las rupias. La entrada al templo nos hacía sentir como entrando en un circo. Cada pandi o sacerdote tiene un nicho asignado, perfectamente adornado con figuras, flores, los trapos rojos, en fin. Allí se dejan las ofrendas para la diosa y tras oficiar un rito que nos fue imposible esquivar, tocó darle la consabida donación. Bajamos en el telesférico y caminamos por la ciudad, perdidos entre sus bazares, más tranquilos que los Delhi y, como esta ciudad es la mas santa del estado de Uttarakhand se ven constantemente los santones y babas, que son los que han renunciado a toda posesión material para alcanzar la iluminación. Siempre visten de color naranja, llevan largo el pelo y las barba y viven de las donaciones que la gente les da. Nuestro siguiente destino será Dharamshala, ciudad en la que vive el actual Dalai Lama, pero como es una ciudad pequeña no llegan trenes, así que nos faltaba resolver cómo llegar. Del hotel nos recomendaron alquilar un carro, nos dieron un precio, a la hora siguiente nos dijeron que era mas caro y dos horas mas tarde el precio se habia vuelto a duplicar. Indigandos salimos a las calles a buscar agencias de turismo, pero rápidamente nos dimos cuenta de que se había regado la bola de que dos extrajeros estaban buscando carro y se nota que todos se pusieron de acuerdo para que ninguno bajara el precio. Sólo por no darles el gusto, decidimos hacer el trayecto en bus, el problema es que es un bus local, incómodo, de esos que lleva gente hasta en el techo y el viaje se demora 17 horas. Mentalizados para lo peor, salimos a ver el Ganga Aarti, ceremonia que se hace todas las tardes al Río Ganges. Es de no creer lo que presenciamos. Miles de personas van ocupando las escalinatas que dan al río mientras los sacerdotes se preparan para la ceremonia. Todo el mundo compra canastas llenas de flores y velas que posteriormente enciende y pone sobre el agua para que la corriente se las lleve. Nosotros llevábamos un guía asignando por el hotel, así que él nos llevo con uno de los tantos sacerdotes y participamos activamente en la ceremonia, conocida también como puja. Nos pintó la frente con el punto rojo, hizo cánticos y oraciones por una larga vida, de repente todos al tiempo encienden antorchas, suenan campanas, cánticos, lanzan flores y ofrendas al río, la gente se enloquece por bañarse en sus aguas o, por lo menos por tocarlas, la música es estridente, las campanas también, en el aire se respira un fervor que nunca antes habíamos sentido. Esta ceremonia lleva miles de años realizándose, todos los días, a la misma hora, en las mismas orillas y, sin embargo ellos la celebran cada vez como si fuese la última vez ¿cómo asimilar todo esto? Imposible. Hay que asomarse simplemente, asomarse con respeto y observar, dejar que las cosas tomen su propio ritmo y se desarrollen de la misma manera como se han desarrollado por siglos y segurirán haciéndolo hasta la eternidad. Nunca comprenderemos semejante devoción, jamás entenderemos cómo tantas vidas y esfuerzos pueden ser dedicados exclusivamente a la adoración. Pero ya sabemos que en estas cuestiones no se trata de entender, solo de dejar que toquen tus sentidos y agradecer el hecho de haberlas podido ver con los propios ojos.
Por la noche Juanro tuvo una relevación. Se acordó que del Hotel de Dharamshala nos habían enviado instrucciones para llegar por tren a una estación cercana. Nos dimos cuenta entonces de que si hay un tren, no exactamente hasta allá, pero si hasta una lugar a dos horas en taxi. Ankit, el chico de la recepción, resultó ser otro angel, como Raj y Deepy. El nos ayudó a buscar el tren, estaba copado, hizo un par de llamadas, nada que no se pueda solucionar con rupias, asi que, por ahora, los vamos a dejar con ganas de vernos viajar en el techo del bus por los curveados caminos en bus que conducen hasta los Himalayas. ¿A propósito, alguno ha visto un programa de tv llamado rutas peligrosas?
Ceremonia de adoración al Ganges. Ganga Aarti
Muy a las 11 pm íbamos entre ansiosos y emocionados para la estación del tren de Nueva Delhi, cuando llegamos notamos que la escena de los durmientes se repite, pero en mayor escala, cada noche, en todas las estaciones de buses y trenes de la India. Impresionante. Saltando cuerpos logramos llegar a la plataforma de nuestro tren, que, para sorpresa nuestra llegó muy cumplido. Abordamos, ubicamos nuestras literas, notamos que sobre ellas reposaban perfectamente dobladas y limpias la sábana, la sobresábana, la cobija. En cuestión de minutos ya todos en el tren estaban roncando, nosotros tratamos de hacer lo mismo, Juanro lo logró, yo estaba inquieta pensando en que el tren se movía mucho, si sería normal, si se iba a descarrilar, si se iba a atravesar una vaca, en fin, esas bobadas en que uno piensa cuando lo abruma lo desconocido. Cuando me di cuenta de que lo del movimiento era normal y que el tren es brusco por naturaleza, ya la preocupación era quedarnos dormidos y pasarnos de estación. Luego noté que en cada parada nos demorábamos escasos 5 minutos, entonces otra preocupación mas, ¿es ese tiempo suficiente para levantarnos, safar los candados con los que amarramos las mochilas y buscar la salida? de preocupación en preocupación me agarraron las 4 de la mañana, nuestra llegada era a las 4:20, así que desperté a Juanro, organizamos las mochilas y cuando el tren se detuvo estábamos listos, pero no estábamos seguros si habíamos llegado a nuestro destino, casi que no abrimos la puerta de salida y éramos los únicos despiertos dentro de nuestro vagón, así que no había a quien preguntarle, finalmente y con el tren a punto de arrancar lo logramos, nos bajamos, esquivamos a mas durmientes, agarramos un tuk tuk y, aleluya, llegamos al hotel Haveli Hari Ganga, que resultó ser de ensueño. Situado a orillas de Ganges y con terraza con vista al río, resolvimos esperar para ver el amanecer. Un momento mágico, ver clarear el día a orillas del río mas sagrado del mundo, todo envuelto en una bruma espesa, que dejaba ver las sombras de los fieles que madrugan a purificarse en sus aguas. Cuando nos venció el sueño dormimos en un silencio como el que no sentíamos desde hace muchos días. A las 12 nos levantamos y tras un suculento desayuno salimos a explorar Haridwar.
Esta ciudad es de enorme sacralidad y, por eso, viajan peregrinos de toda la India sólo para bañarse en sus aguas, expiar sus pecados y llevarle ofrendas a Visnu.
Santón en Haridwar
Uno de los planes fue subir hasta uno de los templos enclavado en una montaña a la que solo se accede o en teleférico o caminando por una trocha atestada de micos, que al menor descuido te arrancan las cosas de la mano. Optamos por el telesférico. Desde lo alto, la ciudad reluce enmarcada por el río, en este punto, ancho y caudaloso. Se supone que hay que llevarle ofrendas a la diosa Visnu quien en tiempos inmemoriales vertió en esta población su néctar divino y dejó impresa la huella de su pie, por lo que a lo largo de la subida hay pequeños puestos llenos de canastas con flores, unos trapos rojos ribeteados con dorado y una especie de arroz inflado, eso es lo que a ella le gusta. A los pandis que ofician los ritos lo que les gusta son las rupias. La entrada al templo nos hacía sentir como entrando en un circo. Cada pandi o sacerdote tiene un nicho asignado, perfectamente adornado con figuras, flores, los trapos rojos, en fin. Allí se dejan las ofrendas para la diosa y tras oficiar un rito que nos fue imposible esquivar, tocó darle la consabida donación. Bajamos en el telesférico y caminamos por la ciudad, perdidos entre sus bazares, más tranquilos que los Delhi y, como esta ciudad es la mas santa del estado de Uttarakhand se ven constantemente los santones y babas, que son los que han renunciado a toda posesión material para alcanzar la iluminación. Siempre visten de color naranja, llevan largo el pelo y las barba y viven de las donaciones que la gente les da. Nuestro siguiente destino será Dharamshala, ciudad en la que vive el actual Dalai Lama, pero como es una ciudad pequeña no llegan trenes, así que nos faltaba resolver cómo llegar. Del hotel nos recomendaron alquilar un carro, nos dieron un precio, a la hora siguiente nos dijeron que era mas caro y dos horas mas tarde el precio se habia vuelto a duplicar. Indigandos salimos a las calles a buscar agencias de turismo, pero rápidamente nos dimos cuenta de que se había regado la bola de que dos extrajeros estaban buscando carro y se nota que todos se pusieron de acuerdo para que ninguno bajara el precio. Sólo por no darles el gusto, decidimos hacer el trayecto en bus, el problema es que es un bus local, incómodo, de esos que lleva gente hasta en el techo y el viaje se demora 17 horas. Mentalizados para lo peor, salimos a ver el Ganga Aarti, ceremonia que se hace todas las tardes al Río Ganges. Es de no creer lo que presenciamos. Miles de personas van ocupando las escalinatas que dan al río mientras los sacerdotes se preparan para la ceremonia. Todo el mundo compra canastas llenas de flores y velas que posteriormente enciende y pone sobre el agua para que la corriente se las lleve. Nosotros llevábamos un guía asignando por el hotel, así que él nos llevo con uno de los tantos sacerdotes y participamos activamente en la ceremonia, conocida también como puja. Nos pintó la frente con el punto rojo, hizo cánticos y oraciones por una larga vida, de repente todos al tiempo encienden antorchas, suenan campanas, cánticos, lanzan flores y ofrendas al río, la gente se enloquece por bañarse en sus aguas o, por lo menos por tocarlas, la música es estridente, las campanas también, en el aire se respira un fervor que nunca antes habíamos sentido. Esta ceremonia lleva miles de años realizándose, todos los días, a la misma hora, en las mismas orillas y, sin embargo ellos la celebran cada vez como si fuese la última vez ¿cómo asimilar todo esto? Imposible. Hay que asomarse simplemente, asomarse con respeto y observar, dejar que las cosas tomen su propio ritmo y se desarrollen de la misma manera como se han desarrollado por siglos y segurirán haciéndolo hasta la eternidad. Nunca comprenderemos semejante devoción, jamás entenderemos cómo tantas vidas y esfuerzos pueden ser dedicados exclusivamente a la adoración. Pero ya sabemos que en estas cuestiones no se trata de entender, solo de dejar que toquen tus sentidos y agradecer el hecho de haberlas podido ver con los propios ojos.
Por la noche Juanro tuvo una relevación. Se acordó que del Hotel de Dharamshala nos habían enviado instrucciones para llegar por tren a una estación cercana. Nos dimos cuenta entonces de que si hay un tren, no exactamente hasta allá, pero si hasta una lugar a dos horas en taxi. Ankit, el chico de la recepción, resultó ser otro angel, como Raj y Deepy. El nos ayudó a buscar el tren, estaba copado, hizo un par de llamadas, nada que no se pueda solucionar con rupias, asi que, por ahora, los vamos a dejar con ganas de vernos viajar en el techo del bus por los curveados caminos en bus que conducen hasta los Himalayas. ¿A propósito, alguno ha visto un programa de tv llamado rutas peligrosas?
Ceremonia de adoración al Ganges. Ganga Aarti
Me encanta. Cada día disfruto más estos relatos de viaje. Pero me siento egoísta porque quisiera que pasaran más tiempo escribiendo que viajando, aunque sé que necesito lo segundo para que puedan hacer lo primero.
ResponderEliminarA nosotros también nos pasa lo de JP. Se ha vuelto un ritual familiar. Los queremos!!!
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