viernes, 21 de octubre de 2011

La religión y el Kamasutra

"La iglesia nos pide que al entrar en ella nos
quitemos el sombrero, no la cabeza"
Chesterton




Perdonarán la ausencia, pero la estadía en el lujoso hotel con vista al Taj Mahal se convirtió en unas pequeñas vacaciones dentro de las vacaciones, en las que no ocurrió nada extraordinario, aunque pensándolo bien, miento, todo allá era extraordinario, lo que quiero decir es que explayada todo el día, cuan larga soy, sobre una asoleadora, no deja mucho tema para desarrollar, ni permite vivir muchas aventuras que digamos y he ahí, pues, la excusa de nuestra ausencia. Durante dos días enteros no salimos casi a nada, excepto a un café internet ubicado diagonal a nuestro hotel, que ofrecía una cómoda tarifa de 40 rupias por hora, contra las 500 que cobraba el hotel por 30 minutos, así que valía más que la pena cruzar la calle y navegar, mientras Mr Deep, el dueño, nos fascinaba con sus apasionantes charlas.  Al tercer día con el plan ya armado para visitar una pequeña población a 40 kms de Agra, Juanro amaneció, digamos que delicado del estómago, nada que lamentar, ni ninguna historia digna de relatar, para pesar de nuestros amigos.  Todo se debió al exceso de maní mientras disfrutábamos en el bar de los margaritas más caros de nuestra existencia. Mientras Juanro hibernaba, en medio de su enfermedad, salí a dar un pequeño paseo, pero me aburrí rápidamente, pues una mujer sola es víctima, mil veces más, de los acosos de los vendedores, los conductores de tuk tuk, de ciclorickshaw, los mendigos, los niños, etc etc etc. Encontré compañía en Mr Deep, el del café internet, a quien aproveché para interrogarle sobre un misterioso lugar, escondido entre la manigua, justo destrás de su negocio. Me explicó que era una comunidad donde viven las familias de los leprosos, desterrados más al fondo en otra villa. Al notar la curiosidad en mis ojos se ofreció a acompañarme a esa pequeña ciudad dentro de la ciudad. Atravesamos las casas de las familias, las zonas de trabajo, los establos, los cuidados jardines hasta que llegamos hasta la entrada donde viven los enfermos y ahí me sentí sin el valor para continuar, así que nos devolvimos. El resto de la mañana lo pasé en su café internet, aprovechando para hacerle algunas de las mil preguntas que nos genera la India cada día, tratando de entender sus conceptos del karma, de la reencarnación, del matrimonio, del vegetarianismo, el hinduísmo... que infinita es nuestra ignorancia, que diferentes nuestros pensamientos, que liviana nuestra existencia, cuando está desprovista de las preguntas más esenciales de la vida, enfocada sólo en el afán de conseguir dinero, éxito, reconocimiento, en las ganas de comprar cosas, cosas, cosas que ni disfrutamos, ni nos llevaremos el día en que nos vayamos de este mundo.  Creo firmemente en el valor de la espiritualidad, pero la religión, como,todas, se me antoja como una cadena que amarra los espíritus, una serie de ritos inventados y propagados por el temor, por los siglos de los siglos. Que enormes esfuerzos dedicados cada día a complejos rituales, que cantidad de vidas perdidas, generaciones enteras consumidas. Diría que en la India,  el primer renglón de la economía es la religión, pues esta da forma y rumbo a millones de personas todos los días. Con cada rito que veo, cada persona que conozco, cada ceremonia que presencio, cada vendedor de las miles de figurillas, óleos, esencias, flores, ofrendas, sólo reafirman mi convicción de que la verdadera religión debe ser la libertad, ejercida con responsabilidad, honestidad y amor por los demás. En la libertad también hay espacio para las grandes preguntas, en el silencio también el viento susurra las respuestas a las mentes dispuestas a escucharlas.




Me perdonarán si me torno aburrida o pesada y estarán reclamando ya volver a la vanalidad del relato,  pero la tarde fue larga y solitaria y tuve tiempo de sobra para pensar, además, la necesidad de que Juanro se aliviara era apremiante, toda vez que esa noche tomaríamos el tren hacia Khajuraho y creanme  que nadie, absolutamente nadie, quisiera viajar en un tren indio con el estómago flojo. Nuestro amigo Mr Deep le preparó unas lentejas blancas con arroz basmati, nada de especias, nada de condimentos, nada de aceite, según él, esa era la receta para ese tipo de males. Digamos que funcionó, por lo menos antes de la medianoche, esperábamos el tren sobre la plataforma. Pero antes nos tocó presenciar una crisis de carácter casi apocalíptica cuando disfrutábamos nuestros últimos minutos en la piscina y un ratón atravesaba descaradamente los corredores, seguido por lo menos por 6 empleados a los que se unieron luego, los de la compañía del control de plagas que no tardaron en llegar. Fue una casería fascinante que terminó con la victoria del ratón al que nunca pudieron atrapar.
  Khajuraho es una población bien reconocida por sus templos esculpidos con poses del kamasutra, lo que atrae bastante turismo. Sin embargo el tren desde Agra, sólo hace ese trayecto 3 veces a la semana, por lo que no nos podíamos dar el lujo de perderlo. La estación como todas estaba atestada de gente, los consabidos durmientes, los locos, los perros, los ratones y en esta ocasión cientos de mochileros, quienes al parecer, reconocieron ya nuestra experticia en materia de trenes, pues todos se nos acercaban a preguntarnos si íbamos a Khajuraho, si estaban en la plataforma correcta, si el que seguía era nuestro tren. Un retraso de 40 minutos aumentaba la confusión y todos se aferraban a nosotros cual náufrago a su tabla.  Cuando llegó abordamos en bloque, otra vez compartimientos de a 3 literas a cada lado, otra vez un nudo para acomodarnos todos con nuestras gigantes mochilas.  Menos mal dos de nuestras compañeras eran japonesas, tan pequeñas y menudas que pusieron sus mochilas sobre sus camas y aún así quedó espacio para ellas, estiradas y todo. Los otros compañeros de compartimiento eran una familia india que en cada estación hacía gran escándalo pensando que se habían pasado. No pegamos el ojo. Yo por mi comprobada incapacidad de dormir en los trenes. Juanro, rogándole a su estómago que no le jugara una mala pasada. Los ruegos funcionaron y a las 6:30 am ya estábamos en Khajuraho. Nuestro hotel, aunque económico, resultó ser un oasis de paz. No es un hotel con jardín, como figura en la publicidad. Es un jardín con hotel. Con mesitas y sillas distribuidas meticulosamente entre los árboles y las flores, en la mitad una pequeña fuente con flores de loto y un buda en el centro meditando, le agregan un toque mágico a la estancia. Desayunamos y dormimos hasta el medio día, cuando nuestra curiosidad nos llevó a ver los templos.  Otra diferencia arrebatadoramente opuesta entre las religiones. Aquí el culto al amor, al erotismo, a la sensualidad, entendiendo al ser humano como uno solo con su sexualidad y no separándolo, como absurdamente hacemos en occidente.  Degustamos cada increíble figura esculpida escrupulosamente hasta que la cabeza se cansaba de mirar para arriba. Son millones las escenas esculpidas y hoy sólo recorrimos los templos de oeste, faltan muchos otros por ver, pero mañana será otro día. En varios puntos nos topamos con los extranjeros de anoche en la estación, hay una pareja francesa que ni habla inglés ni español, pero por señas nos hicieron saber lo mucho que extrañan a Francia y a sus quesos. El señor, con una barriga bastante protuberante, por cierto, sólo atinó a decir, que cuando regresara se iba a comer una vaca entera, tal es su desespero. Yo, por mi parte, estoy feliz al no tener que comer carne sin sentirme mal por ello y sin tener que darle explicaciones a nadie.



                                                    Escenas eróticas en los Templos de Khajuraho

3 comentarios:

  1. Sara y Juanro, qué texto tan bonito, en medio de este descanso en el descanso.

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  2. No sé como calificar el texto: si del más oportuno o del más inportuno; en este día de contradcciones, de reflexiones, de sentimientos encontrados; de preguntas y de respuestas, aunque más de las primeras que de las últimas. Pero, ¿quién dijo que tenía que calificarlo? Debo simplmenete disfrutarlo, como lo hago con todas y cada una de las entradas de este blog maravilloso; con cada uno de los momentos de mi vida que comparto con ustedes, Sara y Juanro.

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  3. Ya estamos próximos a terminar el viaje y tenemos sentimientos encontrados: extrañaremos la ansiedad de leerlos y nos invade la emoción de tenerlos cerca. Los hemos disfrutado con paz, amor y alegría. Que Dios nos permita al Cielo y a mí seguirlos disfrutando.

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